La Nueva España, 28 de febrero de 2016. Suplemento Siglo XXI, página 3
La ira del hombre-hincha: problema de aumento de la testosterona y de elevada identificación con el equipo
Los hombres reaccionan al fútbol como espectadores de manera mucho más
agresiva que las mujeres y, además, son mucho más proclives que ellas a
justificar acciones violentas o fuera de la norma. Es decir, el fútbol
reduce a ellos más que a ellas el nivel de “funcionamiento moral”. Estas
afirmaciones, muy acordes con la realidad que se observa en las gradas, son
algunas de las que contiene la investigación realizada por el ovetense
Alejandro Carriedo dentro de su tesis doctoral, leída en la Facultad de Formación
del Profesorado y Educación. Tras un estudio con 332 estudiantes de la
Universidad de Oviedo, este joven asturiano constató, a través de una
combinación de test psicológicos y mediciones estadísticas, que hay una clara diferencia
de género cuando se trata de reaccionar a los partidos de fútbol.
El estudio de Carriedo concluye que la agresividad del espectador de fútbol
es mayor cuando están viendo un partido que en la vida cotidiana. A priori, al
menos entre los sujetos analizados, los niveles de agresividad eran
equiparables entre hombres y mujeres. Si acaso, sólo se pudo comprobar que los
hombres manifestaban una tendencia mayor a la agresión física que ellas. Pero
esa igualdad general se rompe ante la visión de un partido de fútbol. La
reacción no es la misma entre hombres y mujeres. En los hombres se disparan los
niveles de agresión verbal y de ira. Son más proclives a insultar al árbitro o
a los rivales cuando están en la grada. No obstante, eso no quiere decir que
tengan más facilidad para llegar a las manos cuando están en el campo pues,
según el estudio, la tendencia a la agresión física es la misma que manifiestan
en su vida cotidiana. Los resultados de la tesis de Carriedo coinciden con los
que ya constató en 2011 el Consejo Superior de Deportes: el 40% de los
deportistas reconoció que tanto sus familiares como el público insultaban al
árbitro. Y de este 40% de deportistas, la mitad se sentía agradada ante estas
situaciones.
Con las mujeres, en cambio, no ocurre lo mismo. El balón no las enciende
tanto. Los niveles de agresión física, verbal o de ira –es decir sus ganas de
pelearse, insultar o las dificultades para controlar su genio- son equiparables
a los que manifiestan en el día a día. Es más, los niveles de hostilidad de las
mujeres son más bajos cuando están viendo el fútbol que los que manifiestan en
la vida cotidiana. Por “hostilidad” se entiende la sensación desatada, por
ejemplo, por la sospecha de que otros puedan estar criticándola o actuando en
su contra.
¿Cuál es la explicación de esta diferencia de género como espectador
futbolístico? “Esto podría sugerir que los hombres se involucran más en la
dinámica del fútbol, quizás, debido a que las noticias del fútbol femenino
tienen menor difusión en los medios de comunicación, o bien, y como posible
consecuencia de la anterior, porque los hombres practican más este deporte y se
identifican más con su equipo”, indica Carriedo en su tesis. También hay otro
factor: las hormonas. Sustentándose en diversos estudios, el autor del
estudio indica que la visualización de partidos de fútbol importantes causa un
aumento de los niveles de testosterona y cortisol, y que ese incremento era
mayor en los espectadores jóvenes y en los que manifestaron ser más
aficionados. Y añade: “Estos resultados son muy interesantes porque los niveles
de testosterona y de cortisol se han asociado con las percepciones hostiles y
amenazantes de las personas”.
El estudio que sustenta esta
parte de la tesis se hizo con 168 estudiantes varones y con 164 mujeres de la
Universidad de Oviedo. Las edades oscilaron entre los 18 y los 36 años. De
media, todos los participantes consumían 1,43 partidos de fútbol a la semana,
tanto por la televisión como en el campo. La media en los hombres era de 2,06 partidos
semanales y en las mujeres de 0,79 partidos. La investigación trataba de
explorar qué ocurría en el lado del espectador, pues el
análisis de sus procesos morales durante el visionado de deportes era una
orilla hasta entonces inexplorada. Distintos trabajos previos
indicaban que, en los deportistas, cuanto mayor era el tiempo de implicación en
el deporte, más reducido era el nivel de funcionamiento moral. Dicho de otra
manera, con mayor facilidad justificaban determinadas conductas antisociales
(como lesionar a un rival) como parte de la competición o, incluso, más se
llegaban a valorar éstas como necesarias para conseguir la victoria. Además, no
se consideraban agresivas. ¿Pero con los espectadores se repetía el mismo
esquema? La tesis de Carriedo concluye a que sí hay una correlación. Eso sí, no
es igual en los hombres que en las mujeres. Ellos se toman el balón mucho más a
pecho.
Fuente: Lagar, E. (2016, 28 de febrero). La ira del hombre-hincha: problema de aumento de la testosterona y de elevada identificación con el equipo. La Nueva España, Siglo XXI, p 3.